Por Melissa Sierralta, Psiçóloga del Centro Atulado.
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Muchos de los conflictos que tenemos diariamente se deben a un problema en la comunicación. Y esto parte de las interpretaciones que muchas veces hacemos de los hechos en sí. Pongamos un ejemplo: <María va a salir a una fiesta, su mamá le dice que regrese temprano y ella acepta. María llega a las 2:30am a casa y su mamá se molesta y le dice “¡quién te crees para regresar a esta hora!, me has mentido en mi cara, yo no voy a permitir esto”>. Como podemos ver, el hecho en sí es que María aceptó que llegaría temprano y que regresó a casa a las 2:30am. Lo que su mamá interpretó es que su hija debía llegar antes de las 2:30am y que como no lo hizo se ha burlado de ella. Si nos damos cuenta, independientemente de qué hora a cada uno le pueda parecer tarde o temprano, el mensaje no fue claro, pues estamos suponiendo que en ningún momento la mamá le ha dicho a qué hora le parece aceptable que regrese. Y esto pasa muy a menudo. Aunque algunos puedan pensar que es obvio, no siempre es “obvio” para todos y es ahí donde residen la mayoría de problemas.
Pongamos otro ejemplo: <Pedro le ha entregado un informe a su jefe y este le ha dicho que está mal estructurado y que lo vuelva a hacer con ayuda de su secretaria. Pedro se molesta porque “siente” que su jefe no valora su trabajo y lo está tratando como incompetente pues él solo lo puede hacer bien y no necesita que lo ayuden. Su reacción inmediata es salir intempestivamente de la oficina y tirar fuerte la puerta. El jefe se queda perplejo mirando lo que acaba de pasar y se molesta pues “siente” que su trabajador le ha faltado el respeto y él no se merece un trato así>. Como podemos ver aquí hay dos hechos:
- El jefe le ha dicho a Pedro que su trabajo está mal estructurado y le pide que lo vuelva a hacer con su secretaria.
- Pedro sale de la oficina tirando fuerte la puerta y sin decirle nada.
El problema aquí son las interpretaciones que cada uno ha hecho sobre cada palabra y conducta de la otra persona; y es que interpretar es parte de la vida, y sería quizás muy difícil dejar de hacerlo. No obstante, lo que sí se puede modificar es hacer que esas interpretaciones no sean vistas como verdaderas o reales sino que podamos identificarlas como son, solo interpretaciones, y que no podemos saber a ciencia cierta lo que está pensando la otra persona.
Cuando coloco comillas a la palabra “siente” lo hago porque muchas veces hablamos de esa manera “siento que él ya no quiere estar conmigo”, “siento que ella me odia”, etc., y realmente no es que “sentimos”, es que “pensamos”, INTERPRETAMOS. En esa línea, sería importante que para comunicarnos mejor, reconozcamos primero que estamos interpretando, que lo que “pensamos” es simplemente eso, un pensamiento. En segundo lugar, es importante identificar qué emoción acompaña ese pensamiento, de manera que podamos regularla. Finalmente, podremos actuar con calma y aclarar algunas de nuestras interpretaciones.
En ese sentido, para lograr aclarar las interpretaciones que tenemos, se aconseja decirle a la persona cómo nos sentimos frente a cierto evento porque nos hace pensar de cierta manera. Un ejemplo podría ser: “Jefe, la verdad me siento un poco incómodo, molesto, ya que cuando me dijo que estaba mal hecho el informe y que lo tenía que volver a hacer con su secretaria, pensé que quizás no estaba valorando el esfuerzo que le pongo a mi trabajo y que usted piensa que quizás no lo puedo hacer bien”. Una frase así puede ayudarnos a entrar en confianza con las personas y a mejorar entonces la comunicación con ellas.
¿Qué esperas para aplicarlo en tu vida?