Por Melisa Sierralta, Psicóloga del Centro de Psicológico Atulado
El miedo o temor es esa emoción que sentimos cuando estamos frente a una situación que consideramos amenazante para nuestro bienestar físico y/o psicológico.
Como verán es una emoción muy relacionada con la ansiedad pues esta última aparece cuando percibimos determinada situación o estímulo como peligrosa o difícil y tenemos la creencia de que nuestras capacidades o recursos de afronte no son las suficientes para hacerle frente.
Las emociones están muy asociadas a los pensamientos que tenemos sobre las situaciones que vivimos día a día. Dichos pensamientos se basan en ideas racionales e irracionales que vamos adquiriendo desde pequeños, en base a lo que observamos, a lo que escuchamos y a lo que vivimos.
Es así que con respecto al miedo, algunas de las ideas e inferencias que terminamos haciendo, incluso de manera inconsciente, son:
- “no soy capaz de hacerlo, me saldrá mal”,
- “si me sale mal, se burlarán o me criticarán”,
- “y si eso sucede, terminaré siendo rechazada”,
- “y si es que soy rechazada, me quedaré sola”,
- “Si me quedo sola, sería terrible”.
Dentro de toda esta cadena de inferencias lo que predomina es la falta de confianza en uno mismo, la inseguridad, y lo que provocará es que optemos en muchas ocasiones por evitar la situación que nos atemoriza por “no hacerlo mal y que nos critiquen o rechacen por eso”.
De esta manera dejaremos de conocer, aprender, y de tener experiencias nuevas, es decir, de vivir. El miedo nos hace encerrarnos en uno mismo, nos quita la libertad e independencia pues vivimos a la merced de lo que los demás puedan decir o pensar de nosotros.
Y yo me pregunto, ¿vale la pena vivir así? ¿Vale la pena quedarnos siempre en nuestra zona cómoda y no conocer más allá de eso? ¿Vivir de la rutina diaria por temor a intentar o probar cosas diferentes? Parte de la vida es justamente eso: arriesgarse, equivocarse y aprender de los errores. Esto no quiere decir que sea fácil, pues afrontar los miedos que tenemos es algo que requiere tiempo, voluntad y dedicación, pero definitivamente no es que “no podamos”, sino que aún “no queremos” intentar hacerlo.
¿Qué podemos hacer entonces?
En principio recomendaría trabajar el tema de la respiración, una técnica tan básica para poder disminuir el nivel de ansiedad de nuestro organismo que en algunas ocasiones nos paraliza, nos produce palpitaciones fuertes, sudoración, temblores, tartamudeos, entre otros.
Dicha respiración debe ser realizada de manera profunda y pausada, y debe venir acompañada de mucha concentración en el ingreso y salida del aire de nuestro cuerpo, una respiración diafragmática.
Luego, es importante pensar en nuestros objetivos o metas que tenemos en relación a la situación que está en frente. Es decir, con qué finalidad vamos a afrontar dicha situación, qué es lo que nos motiva a hacerlo, ya que sin una motivación verdadera será aún más difícil animarnos a vencer el miedo.
Y finalmente, atrevernos a hacerlo. Atrevernos a arriesgar. Atrevernos a equivocarnos y a aprender de lo que hicimos para ir mejorando poco a poco. Y lo más importante de todo esto es darnos cuenta al final que nada terrible ni catastrófico sucedió al intentarlo, sino que por el contrario, ganamos confianza en nosotros mismos: podemos hacerlo y no será el “fin del mundo”.