Blog Centro Psicológico Atulado

Yo te declaro… Culpable!

Por Enrique Perez, Psiçólogo del Centro Atulado.

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¿La recuerdas? Típica frase que un juez le lanza al acusado luego de haber validado y comprobado su “culpabilidad” con todas las evidencias necesarias y pruebas que le incriminan… Por otro lado, es también, una actitud cotidiana adoptada por personas naturales frente a otras, que se presenta a manera de juicio o reclamo cuando la otra parte se comporta diferente a lo esperado.

Ahora ¿Qué diferencia al juez de las personas naturales, al momento de juzgar, condenar, culpar o acusar a los demás?

Vamos por partes; primero, son dos contextos totalmente distintos y; segundo, los jueces se basan en leyes y normas escritas y establecidas, mientras que las personas naturales lo hacen según su visión personal de cómo “deberían” ser las cosas. ¿Va quedando claro? ¿Suena familiar?

Sigamos ¿Y qué más? ¡El contexto! Mientras que el juez fue nombrado para ejercer ese cargo, las personas naturales, cuando actúan como si fueran jueces, generalmente lo hacen porque necesitan alzar su voz de reclamo o para sentirse con “autoridad moral”; además, si bien el primero está obligado a utilizar un método o procedimiento “concreto y establecido”, los últimos, en su mayoría, tienden a hacerlo “a su manera”. Entonces:

¿Qué caracteriza ese método o procedimiento “concreto y establecido” que los jueces utilizan antes de juzgar, condenar, culpar o acusar a alguien? Solo si tomamos en cuenta cinco de ellas, se pueden mencionar: la evidencia, las pruebas “del delito”, los indicadores de sospecha, las hipótesis y el debate.

Y ¿En qué suelen basarse las personas naturales para hacerlo? buena parte de ellas se sostienen principalmente en aspectos emocionales y subjetivos, tales como su cultura, sus creencias extremas, prejuicios, expectativas, filosofía de vida radical, conocimiento limitado así como por los sentimientos y emociones generadas en el momento (indignación, egocentrismo, sorpresa, rechazo, asco, miedo, odio, negación, etc.)

Es verdad que uno es un ser humano con emociones y que no es tan fácil ser todo el tiempo tan objetivo e imparcial al momento de juzgar a los demás sin caer en condenas o acusaciones que no vienen al caso… pero ¿entonces qué hacer?

Si bien no existe una receta única o perfecta para juzgar de manera “adecuada” a los demás, existen algunos métodos y procedimientos útiles que ayudarán a no cometer errores tan garrafales y que pueden tomarse prestados de las estrategias que utilizan los jueces antes juzgar, culpar o acusar. ¿Las recuerdas?

Básicamente, estas, pueden reducirse a un estilo de debate contra las creencias, prejuicios y filosofía de vida que rigen a uno. Por ejemplo, uno puede preguntarse algo similar a:

¿Cuál es la evidencia de que esa persona es culpable? ¿Conoces el porqué del comportamiento de esa persona a la que juzgas? ¿Conoces su historia? ¿Sentir indignación por alguien es un indicador lo suficiente poderoso como para acusarla calificarle de culpable?  ¿Tu primera impresión sobre alguien o sobre su comportamiento es una hipótesis o es “la prueba del delito”? Etc.

Finalmente, antes de juzgar, considera que tu visión acerca de los hechos o de las personas que pretendes juzgar, podría estar sesgada por tus creencias o limitada por la información de la cual dispones, de hecho, recuerda, cuantas veces – luego de observar un poco más – te dijiste ¡Vaya, no era como me lo había imaginado!